miércoles, 20 de noviembre de 2013

Cuento de valores.

MATEO Y TINA

En una pequeña casa de la montaña vivía Mateo con su mamá.
Mateo tenía siete años, y se había quedado sin papá desde muy pequeñito, no recordaba apenas nada de él, solo el olor al tabaco de pipa de cuando fumaba junto al fuego en las frías tardes de invierno.
La casa donde vivían era pequeña, tenía una sola habitación en la planta baja, donde había una gran chimenea central, una mesa, tres sillas y un armario para guardar los útiles de la cocina, también había una escalera por la que se subía a la planta alta de la casa donde estaba la habitación en la que dormían él y su mamá.
Junto a la casa había un cobertizo con más de 20 vacas. Todas las mañanas después de ordeñarlas Mateo llevaba las vacas a los prados, para que pudieran comer hierba fresca.
Para llegar desde el pueblo hasta la casa, había que recorrer un largo y empinado camino, pasando a través una zona de bosque con muchos árboles.
Mateo algunas veces bajaba al pueblo acompañado por Tina.
Tina era una perrita negra y blanca que había nacido el mismo día que él y que desde ese momento se habían hecho inseparables.
Un día la mamá de Mateo se puso muy enferma, y Mateo tuvo que ir al pueblo a buscar al médico.
Era ya casi de noche, y Mateo iba corriendo junto con Tina, para llegar pronto y que el médico pudiera curar pronto a su mamá.
Sin darse cuenta pisó un agujero que había en el camino, y cayó rodando por el precipicio de la montaña hasta parar contra una piedra.
Mateo quedó inconciente sobre el suelo. Tina, al ver que su amigo bajaba rodando y cada vez se alejaba mas de ella, no lo dudo y se tiró  tras él por el precipicio.
Cuando llegó empezó a lamerle y a ladrar diciéndole “Mateo, Mateo, despierta, tenemos que ir a buscar al médico, tu mamá está enferma y la tiene que curar”.
Por más que ladraba y le lamía, Mateo no se despertaba, estaba tirado boca arriba con los ojos cerrados y sin moverse.
Tina, sin pensarlo dos veces, salió corriendo y se fue hasta casa del médico y en la puerta empezó a dar con la patita y a ladrar hasta que el médico, medio dormido abrió la puerta.
La perrita, nada más verlo empezó a ladrar y a tirarle del borde del batín y a salir corriendo y a volver, para intentar explicar al médico que tenía que irse con ella.
Don Severino que así se llamaba, al principio no le entendía, pero al ver que lo repetía tantas veces, pensó que algo le podía pasar a Mateo o a su mamá.
Sin pensarlo cogió su maletín y salio corriendo detrás de Tina, que le guió hasta la casa donde estaba la mamá de Mateo.
Cuando el médico terminó de curar a la mamá de Mateo, ambos se dieron cuenta que no estaban ni Tina ni Mateo.
El doctor salió y empezó a llamarles, pero ninguno de los dos contestaba. Al ver que no le respondían pensó que podría haberle pasado algo a Mateo.
Fue rápidamente a buscar ayuda al pueblo, y junto con varios vecinos salieron a buscarlos.
Después de andar durante varias horas, oyeron a lo lejos en el silencio de la noche el llanto de un perro. Fueron corriendo y se encontraron al niño en el suelo y a Tina acurrucada junto a él dándole calor, en la fría noche de invierno.


En este cuento se pueden ver valores como la amistad y el valor (de Tina).

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